Por fin ha llegado el momento.
Nuestro momento. Hoy la espero, impaciente. En ese sitio que apreciamos tanto.
Cuesta creer que me haya enamorado de ella. Me ha cambiado la vida. Mi vida.
Nuestra vida. Me siento feliz, sin remordimientos, con ganas de comenzar un
nuevo amor. Tengo ganas de verla, de abrazarla, de decirla un montón de te
quieros. Ir a cualquier lugar, sin rumbo fijo, pero libres, sin ataduras, sin
frenos…. Sólo tú y yo, amor…. Qué romanticismo se respira en el ambiente. Es
así como me siento. Con los deseos incontenibles de vivir, con el saludo y la
sonrisa llevada cada día, dando saltitos por la calle, sí, esos que hacen que
la gente se te queden mirando un buen rato. Amor es lo que siento y amor es lo
que respiro. Cada día que la veo…. Bueno, (realmente no ha pasado una semana de
nuestra relación), pero eso no quiere decir que no haya cariño y amor, ¿verdad? No sé que decirla, ni de que hablarla,
a veces, me pongo con misterioso nerviosismo, empalidezco y no sé seguir. Pero,
justo en ese momento, ella me coge de la mano y me sonríe, sonrisa que me hace
traspasar las barreras de la timidez y las inhibiciones. Y dejo que mis
palabras fluyan. La digo todo lo que siento por ella y que sueño con ella (bueno,
todo no…. ¡Me daría vergüenza!).
Miro el
reloj. Ya tendría que haber venido. ¿Y si sus padres no la han dejado venir? ¿Y
si tiene a alguien más y me he hecho demasiadas ilusiones? ¿Y si me ha tendido
una trampa? Me olvido de todas las barbaridades que salen de mi cabeza. Eso no
va a pasar. Seguramente, tiene una buena razón para llegar tarde. Cojo el móvil
y voy a llamar a su número cuando la veo. Veo el precioso conjunto que se ha
puesto, como camina con cierta soltura y como mi corazón empieza a latir
desbocadamente. Nada más verla, corro a su encuentro y la abrazo. Ella se apoya
en mi hombro, mientras acaricia mis mechones recién salidos de la peluquería.
-
Te queda muy bien, cariño-
-
Pensé que no vendrías.
-
¿Por qué? ¿Porque llegué tarde?- me mira, zafándose
del abrazo.
-
No, simplemente porque te hubieras cansado de mí
y no fuera necesaria…- ella me miro con ojos de tristeza, pero me sonríe. Sé
que eso no ocurrirá. Al menos de momento- Siento mis confusiones. Se me van los
disparates por la cabeza- ella ríe un poco- Te quiero.
-
Y yo a ti.
En ese momento, no veo a nadie más. Simplemente a ella. A
nosotras dos. Tampoco es un parque en el que haya mucha gente. Pero para mí,
cada vez que estoy con ella, es especial. Cuesta creer que haya pasado cuatro
días después de nuestra discusión. Al final, descubrimos que lo que teníamos
eran sentimientos reprimidos, que no podían salir al exterior. Pero ya se
acabó. Fuera miedos, fuera voces, fuera miradas despectivas y abucheos. Fuera
todo lo malo y arriba todo lo bueno que tiene por venir. Porque somos
adolescentes. Jóvenes que necesitan interiorizar consigo mismos, explorar,
buscar, encontrar, amar, olvidar, perdonar… y muchas otras cosas más que
tendrán que venir con el tiempo. Ambas nos besamos. Nadie nos ve. Estamos solas. El tiempo se detiene. Nos miramos, hablamos y prometemos volver a vernos. Allí, en nuestro lugar particular...
Hola! Gracias por pasarte por mi blog :) ¡es un texto precioso! Tiene ese amor adolescente tan dulce y puro...amor en su estado primario...me ha gustado mucho espero seguir viendo más entradas tuyas ;)
ResponderEliminarUn abrazo!
Muchas gracias! Me alegra que te haya gustado :)
EliminarMe encanto tu blog esta muy bueno y tu relato igual, así que por aquí me voy a quedar y desde luego ya te sigo.
ResponderEliminarTe dejo invitada a mi blog por si quieres visitarlo
http://eterno-caminate-de-la-oscuridad.blogspot.com/
Un saludo enorme
¡Qué preciosidad! Eres una gran escritora cielo! Ten en cuenta que eres única :)
ResponderEliminarUN BESO.
ALEXA
Acabo de ver tu blog. Es muy interesante!! Gracias por comentar :)
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